Cómo gestionar el estrés en cabina y no morir en el intento

Redacción:  María Garretas Álvarez

Corrección: Paco Sanz Irisarri

La boca se seca. Las manos empiezan a sudar. El corazón se acelera. Todo el cuerpo se paraliza. Cuando aparecen estos indicios (y sí, usemos indicios porque ya nadie quiere oír hablar de síntomas) todo estudiante de interpretación tiene claro el diagnóstico: se ha puesto nervioso. Es entonces cuando empezamos a vomitar palabras, golpear la mesa con el bolígrafo y soltar perlitas como «pues es recomendable tomarse un par de cervezas antes de conducir para evitar distracciones». 

Pero ¿por qué sucede todo esto? El cuerpo entiende esta situación como una amenaza, por lo que envía señales de alerta al cerebro. Estas llegan a la zona encargada de regular las emociones y sentimientos y de controlar, entre otras, las respuestas al miedo. De este modo, nuestro sistema nervioso se pone a trabajar y libera grandes dosis de adrenalina, a la vez que el hipotálamo produce cortisol, popularmente conocida como la hormona del estrés. En ese momento, de acuerdo con Alicia Batuecas, bióloga experta en fisiología, «el corazón aumenta la frecuencia de sus latidos, el metabolismo detiene el almacenamiento de la energía y la moviliza para hacer frente al agente estresante».

¿Quiere esto decir que le tenemos miedo al discurso? No. ¿Al tema? No. ¿Al docente, quizás? Para nada. ¿A fastidiarla? ¿A no ser capaces de demostrar de lo que somos capaces? Sí. De forma irracional. Tenemos tanto miedo a no llevar a cabo una interpretación perfecta que engañamos a nuestro cerebro haciéndole creer que nos encontramos, por ejemplo, frente a un león hambriento. Fascinante el cuerpo humano, ¿verdad? 

Creo que una vez hemos vivido en nuestra propia piel ese miedo irracional en cabina, ya sabemos de dónde proviene, cómo se manifiesta y lo que viene a continuación. ¿Y qué hacemos, entonces, para evitarlo? Rezamos. Creyentes y ateos. Evitamos pasar por debajo del andamio esa mañana. Supersticiosos y escépticos. Cualquier cosa que no implique hacer frente a nuestras emociones y, sobre todo, a nuestros miedos. 

Sin embargo, dejar eso en manos del azar no es muy recomendable que digamos. Ya sabemos que al destino a veces le gusta jugar en nuestra contra. Si de esa interpretación dependiera entrar o no en el máster que queremos, necesitaríamos algo que nos asegure que vamos a controlar nuestras emociones al 100 %. Independientemente de la situación personal o profesional que esté atravesando una persona, existen diversas formas de controlar el estrés en cabina de forma general. Las practicadas con mayor frecuencia serían aquellas relativas a la relajación, a la respiración, a la concentración, etc. No obstante, soy consciente de que en un momento de máximo estrés en cabina interpretando sobre las instituciones de la Unión Europea, lo último en lo que queremos pensar es en respirar. Por ello, vamos a hablar de un método muy beneficioso que podría mejorar nuestra capacidad para tener un mayor control sobre nuestras emociones cuando estemos en cabina: la Técnica Alexander.

La Técnica Alexander es un método mediante el cual la persona que lo aplica, en este caso el estudiante de interpretación, tendrá mayor conciencia sobre su cuerpo y su mente en las actividades que desempeñe. Se trata de una disciplina educativa de principios del siglo XX que cuenta con una alta valoración por parte de la comunidad científica. A tal efecto, me basaré en un artículo escrito por Marta Renau Michavila (2010), profesora del Departamento de Traducción e Interpretación en la Universitat Jaume I, en el que defiende esta técnica como una herramienta potencial de apoyo en interpretación. 

De acuerdo con Renau, cuerpo y mente son dos aspectos inseparables. Por ello, identificar y prevenir hábitos posturales perjudiciales podrían hacer que disminuyeran considerablemente nuestros niveles de estrés en cabina. 

La aplicación de la Técnica Alexander en la interpretación nos proporciona una mayor concienciación del cuerpo y su funcionamiento «y de las repercusiones directas e indirectas de un mal uso de nosotras mismas, así como una perspectiva integradora del cuerpo y mente y sus interrelaciones». (Renau, 2010: 5)

De este modo, una posición relajada en cabina, con la espalda bien apoyada en la silla, los brazos relajados, las piernas quietas y una respiración calmada, puede conseguir eliminar por completo los tartamudeos, la sudoración en las manos y ese nudo que se instala en el estómago según escuchamos el temido Ladies and gentlemen

Asimismo, según esta técnica, identificar los elementos que nos causan estrés y saber gestionarlos nos reforzaría como intérpretes. Hace no muchos meses comprendí que mi talón de Aquiles en interpretación era mantener los ojos abiertos durante el discurso. Quizás desde fuera parezca algo ridículo ver cómo la intérprete gesticula de forma exagerada al tiempo que tiene los ojos cerrados. La verdad es que la imagen es algo cómica. Sin embargo, es algo que me ayuda a mantener la concentración. Con los ojos cerrados puedo ir reconstruyendo el discurso con imágenes como si de una película se tratase. Además, evito cualquier tipo de distracción exterior. La gente que sea muy observadora me entenderá cuando digo que hasta el capuchón de un bolígrafo podría arrancarte de un discurso sobre el cambio climático para llevarte a pensar que dejaste el capuchón de tu bolígrafo rosa tirado en el suelo de la biblioteca. 

El estudio de esta técnica podría darnos para llevar a cabo una tesis doctoral. Sus beneficios son infinitos, como bien apunta Renau (2010: 6): «la Técnica Alexander mejora el uso corporal y vocal […] promueve la libertad de reacción ante cualquier situación […]». Sin embargo, no es mi deseo aburrir a los lectores de la revista.

Con todo, si bien es verdad que un cierto grado de estrés que nos haga estar en guardia es muy beneficioso durante la interpretación, en ocasiones nos sobrepasa y nos paraliza. Por ello, es importante conocer nuestro cuerpo y nuestra mente para saber gestionar el estrés y así convertirnos en buenos profesionales del sector. 

«La profesión de los intérpretes necesita un mayor reconocimiento»: entrevista a Romina María Chiquini, intérprete en la Ciudad de Justicia de Valencia

Redacción:  AETI

Corrección: AETI

Tras asistir a ruedas de reconocimiento, juicios, declaraciones y videoconferencias al realizar las prácticas del Máster en Traducción Institucional en la Ciudad de la Justicia de Valencia, hemos entrevistado a Romina, intérprete profesional, para conocer el papel que desempeñan los intérpretes en los juzgados.

Romina María Chiquini es graduada en Derecho por la Universidad de Alicante. Además, tiene un Máster en Traducción Institucional por la misma universidad y, actualmente, está cursando el Máster de acceso a la abogacía. Hace un año empezó su andadura como intérprete en la Ciudad de la Justicia de Valencia.

Pregunta: ¿Cómo llegó a ser intérprete en la Ciudad de la Justicia de Valencia? ¿Qué requisitos se requieren para poder ejercer de intérprete? ¿Hay un método de selección del personal?

Respuesta: Buenos días, Isabel, y gracias por esta entrevista. Sobre la pregunta planteada, empecé a trabajar como intérprete a través de una empresa intermediaria entre los juzgados y los intérpretes, la cual ofrece servicios de interpretación. Conocí esta empresa a raíz de realizar prácticas en el Departamento de Traducción de la Ciudad de la Justicia. Además, mi tutora también me estuvo explicando cómo funcionaba este mundo de la interpretación. También tuve la ocasión de conocer a intérpretes al presenciar juicios. Envié varias veces mi currículum porque tardaron un poco en contestarme, pero una vez que lo vieron, me llamaron para hacerme una entrevista. No suelen pedir muchos requisitos, en realidad, básicamente, con que domines a la perfección los dos idiomas, podría ser suficiente. Valoran muchísimo si has tenido estudios en Derecho, en Traducción e Interpretación o en Filología. También te preguntan si eres capaz de poder interpretar en los juicios, porque no es algo que pueda hacer todo el mundo, o asistir en comisarías, ya que me dijeron en qué ramas se extenderían los servicios a los que me mandarían, y te comentan las condiciones.

P: ¿Quién y cómo le solicitan los servicios de interpretación?

R: El día anterior o el mismo día me suele llamar la empresa y me dicen dónde tengo que acudir y a qué hora, y si es un juicio me dicen la sala y el número de procedimiento. Si es el mismo día, suele ser para ir a comisaría o al juzgado de guardia porque suelen ser asuntos que surgen ese mismo día. Además, es un trabajo que también requiere bastante disponibilidad.

P: ¿Qué tipo de interpretaciones suelen ser las más habituales en los juzgados? Interpretación simultánea, consecutiva, de enlace, susurrada o jurada. ¿Y fuera de ellos?

R: En la mayor parte se emplea la interpretación consecutiva. Y fuera de los juzgados, también es más habitual la interpretación consecutiva.

P: ¿Cuál es la temática que más le solicitan? Menores, robo, estafa, etc.

R: En realidad, hay muchos asuntos de robo, hurto, agresiones, estafas, pero, sobre todo, me solicitan agresiones, que pueden ser más o menos leves, aunque también he podido asistir a asuntos de todo tipo: de menores, violencia de género, etc.

P: ¿Realiza interpretaciones del francés al español y viceversa o de algún idioma más?

R: Realizo interpretaciones del francés al español y del español al francés.

P: ¿Cuántas interpretaciones realiza más o menos mensualmente?

R: Aproximadamente me suelen llamar 5 veces a la semana, así que alrededor de 20 interpretaciones.

P: ¿Alguna vez ha sabido el tema o los hechos por los que se le solicitaba su servicio como intérprete antes de un juicio?

R: No, nunca. De hecho, cuando me llaman simplemente me dicen dónde tengo que asistir. Ellos mismos no saben de qué va el asunto. Lo que hago es que siempre trato de llegar al menos un cuarto de hora o veinte minutos antes, para poder hablar con los abogados o incluso con la persona a la que tengo que asistir y así saber de qué va el tema.

P: Como ya sabemos, al interpretar no siempre nos viene a la mente el término que queremos utilizar, ¿qué hace en esos casos? ¿Reformula la frase, explica el significado del término o usa un sinónimo?

R: Explico el significado del término; me parece lo más sencillo para que la persona asistida pueda entenderlo porque si le digo un sinónimo puede que siga sin entenderlo, pero si se lo explico con palabras más sencillas es probable que me entienda.

P: ¿Se ha encontrado en algún caso en particular en el que el intérprete no haya sido capaz de ejercer su labor por falta de cualificación?

R: Presencialmente no lo he llegado a ver, pero sí que han existido casos en los que los intérpretes no estaban cualificados simplemente por no dominar el idioma. Luego, al entrar en un juicio, no han hecho una interpretación correcta, no encontraron los términos jurídicos correctos e incluso hay veces que, por los propios nervios, no han ofrecido una interpretación de calidad.

P: En los juicios con intérprete solo se interpreta cuando la persona extranjera debe responder. Sin embargo, la persona en cuestión debería saber en todo momento qué está pasando en la sala, es decir, debería saber lo que están diciendo los testigos, los abogados, los fiscales y los jueces. ¿Qué opina al respecto?

R: Estoy de acuerdo. Debería estar informada desde el principio hasta el final del juicio. Lo que ocurre es que muchas veces la interpretación susurrada, que sería lo adecuado para informar a la persona asistida, no es aceptada por los jueces; a veces lo consideran como una falta de respeto. Simplemente, como se trata de una grabación, se puede escuchar al intérprete o a la persona asistida por detrás, pero para mí obviamente se tendría que mantener al tanto durante todo el juicio de qué es lo que está pasando.

P: ¿Cómo ve el mercado laboral de la interpretación en estos momentos desde la Ciudad de la Justicia? ¿Cree que falta regulación en esta profesión?

R: Desde hace unos años, el mundo laboral del intérprete es bastante complicado, sobre todo, desde que se privatizó el servicio y desde que es una empresa intermediaria quién lo gestiona, porque ya no hay un verdadero control sobre quiénes son los intérpretes y eso también, a veces, provoca que se envíen intérpretes que no tienen suficiente experiencia o que realizan una mala praxis, lo cual da una mala imagen de la profesión. A veces ya se les califica no como profesionales que forman parte del mismo bando que jueces, fiscales y abogados, sino como personas externas que vienen simplemente a hacer de intermediarios. De hecho, considero que la profesión de los intérpretes necesita un mayor reconocimiento. Además, debería existir un colegio de intérpretes, ya que la existencia de asociaciones no es suficiente.

P: Para terminar, nos encantaría conocer alguna anécdota que le haya enseñado algo relevante para su profesión o algo que no le hayamos preguntado y que le gustaría comentar. ¿Algún consejo personal?

R: He aprendido mucho trabajando, asistiendo a personas que no son de nacionalidad francesa, sino que son de nacionalidad africana (de Senegal, de Costa de Marfil, etc.). Ha sido especial porque tengo que interpretar y tengo que entender el francés que hablan, que no es el mismo francés que se habla en Francia. Hay acentos diferentes, hay términos diferentes. Sobre todo, me ha pasado al tener que asistir a personas en ONG, pero, aparte de eso, es una experiencia muy bonita porque la verdad es que resulta muy reconfortante la forma que tienen de agradecerlo y el propio intérprete se debe sentir muy satisfecho por su labor. En cuanto a los consejos en este tipo de interpretaciones para los servicios públicos diría que se tiene que ser una persona predispuesta a tener que interpretar en todo tipo de situaciones y no ser una persona fría. El intérprete se puede encontrar con situaciones muy violentas o situaciones duras en las que haya menores o gente asesinada, es decir, debes enfrentarte a situaciones bastante duras y no debe influenciar tu trabajo. Lo que sí que hay que encontrar es un equilibrio entre eso y la empatía, porque es muy importante que la persona a la que asistes se sienta cómoda y sepa que estás ahí para ayudarle. Ahora bien, también otro consejo es encontrar límites a esa empatía. Muchas veces, al terminar un juicio o una asistencia en comisaría, me pedían mi número de teléfono las personas asistidas y eso, como profesional, no lo puedo hacer porque, además, me confunden muchas veces con un abogado; aunque puede que sepa qué es lo que va a pasar o qué es lo que podría responder un abogado, no puedo hacer eso porque no soy abogada, y ahí está el límite. Ellos, al ser la única persona que entiende su idioma y que les puede explicar qué pasa, se aferran a ti y, por eso, quieren tu número de teléfono, por si les ocurre cualquier otra cosa en el futuro llamarte, pero no es posible. Para mí lo más importante es encontrar un equilibrio entre la fortaleza que ha de tenerse para trabajar con cualquier tipo de asuntos y la empatía.

Muchas gracias, Romina, por su colaboración.

 

¡Nos vamos de conferencia! Entrevista a Iván Vega Mendoza, intérprete del Parlamento Europeo

Redacción:  AETI

Corrección: AETI

«¿Qué le diría a quien se inicia en la profesión en Canarias? En primer lugar, que no caigan en el lamentable complejo de inferioridad que todavía siente tanta gente por hablar canario. Que no se compliquen las cosas inútilmente tratando de forzar eses implosivas totalmente artificiales, que no traten de usar la segunda persona del plural que para nada necesitamos y, por supuesto, que destierren el ridículo de ponerse a pronunciar fricativas dentales sordas (‘z’,’c’)».

Iván Vega Mendoza_TeInteresaIván Vega Mendoza es natural de la isla de Gran Canaria. Se licenció en Traducción e Interpretación por la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria en 2 000 con lengua B inglés y lengua C alemán, a las que añadió en paralelo estudios de finés. Cursó estudios de posgrado en Filología Finougria en la Universidad de Turku becado por el Ministerio de Educación de Finlandia y es Máster europeo en interpretación de conferencias por la Universidad de Turku. Se acreditó como intérprete de conferencias ante el Parlamento europeo en 2002. Hoy trabaja para el Parlamento, la Comisión y el Consejo europeos, además de para el Comité de las Regiones y el Comité Económico y Social con la combinación lingüística DE, EN, FI, FR -> ES

Pregunta: En primer lugar, ¿podrías contarnos tus comienzos en el mundo de la interpretación?

Respuesta: Mi primer contacto con la interpretación lo tuve en las asignaturas que incluía la Licenciatura. Aquello me gustó y se me dio especialmente bien, así que cursé todas las optativas. Cuando pregunté cómo se dedicaba uno a la interpretación, me hablaron del Máster en Interpretación de Conferencias de La Laguna, pero a renglón seguido me desaconsejaron presentarme a la prueba de acceso por su nivel de dificultad, así que lo dejé correr. Al fin y al cabo, traducir también me gustaba. Años después, tras cursar estudios de Filología Finougria en Finlandia gracias a una beca, algunos profesores me recomendaron precisamente que me presentara a la prueba de acceso del Máster análogo al de La Laguna, que por aquel entonces impartía la Universidad de Turku. Superé el corte y cursé el Máster becado por la Comisión Europea, lo que a la postre acabó abriéndome la puerta a la profesión.

P: ¿Cómo se llega a ser intérprete del Parlamento Europeo? Sé, por lo que nos contaste en las Jornadas Profesionales, que el finés te abrió muchas puertas, ¿es necesario tener un idioma «diferente»?

R: Las Instituciones Europeas están al tanto de los perfiles de los alumnos que superan las pruebas de acceso a los másteres europeos en interpretación de conferencias (EMCI). Si alguno les interesa especialmente por su combinación lingüística, pueden remitirle una invitación a participar en una prueba de acreditación una vez aprobado el máster. Así es como me acredité yo en 2002: el finés, una de mis lenguas, era muy deficitario en las instituciones (hoy lo sigue siendo). El Parlamento Europeo me invitó a presentarme a un test, lo superé, y así comencé a trabajar como intérprete.

En cuanto a si es necesario tener una lengua de trabajo de las llamadas «exóticas», pues según. Hay quien piensa que con una lengua deficitaria ya se te abren las puertas casi por arte de magia, pero no es tan sencillo. Cuando yo empecé, desde luego que era una gran baza, siempre que tuvieras, además, un inglés muy sólido como lengua de trabajo. Pero desde 2002 las cosas han ido cambiando. Tener una lengua «diferente», como tú dices, sigue siendo una buena baza, pero con eso más un buen inglés ya no basta para que te inviten a presentarte a una prueba de acreditación. Con los años la profesión se ha ido poniendo mucho más competitiva y hoy para ser un candidato interesante para cabina española necesitarías dos lenguas de las llamadas «grandes» (inglés, francés, alemán) además de esa otra lengua deficitaria.  Entonces, ¿es imprescindible traerse bajo el brazo una lengua «diferente» en la combinación? Pues si la tienes a tiro, adelante, pero tampoco conviene obcecarse. Alguien con un buen nivel de inglés, francés y, sobre todo, alemán diría que tiene posibilidades en cabina española. El alemán es un idioma con mucho peso que siempre es interesante tener. Si a esa combinación, además, le añades italiano o portugués, tus posibilidades se multiplican por mucho.

Resumiendo: en las instituciones europeas resulta interesante una lengua «diferente» en la combinación si viene acompañada de dos (o más) de las grandes, pero también abre puertas una combinación amplia de lenguas «no exóticas» que incluya alemán.

P: ¿Podrías contarnos cómo es tu día a día en el Parlamento Europeo?

R: La jornada en el Parlamento Europeo, o en el Consejo o la Comisión, para los que también trabajo, empieza el día antes estudiando la documentación (si la hubiera, que no siempre es el caso). Dependiendo de la amplitud del régimen lingüístico de la reunión, en cabina somos dos o tres colegas. Según el tipo de reunión, hay que adaptar un poco la estrategia: en el Parlamento los debates son políticos, más espontáneos, rápidos, puede darse un toma y daca intenso que requiere concentración máxima y rapidez de reflejos. En el Consejo o en la Comisión los debates son más técnicos que políticos y, por eso, más sosegados, más estructurados y menos dados a la sorpresa. Pero no por ello son más fáciles, pueden ser técnicos en extremo y requieren preparación. En uno y otro caso, la jornada de trabajo puede hacerse muy larga, por eso siempre es fundamental la comunicación con los colegas y el trabajo en equipo.

P: Recuerdo que nos contaste que has interpretado a algunos políticos internacionales de alto nivel. Y, trabajando en el Parlamento, habrás vivido situaciones de mucha importancia para el panorama de la política internacional, ¿podrías contarnos alguno que recuerdes en particular? y, ¿cómo se afrontan ese tipo de situaciones de estrés?

R: Recuerdo haber interpretado, por ejemplo, al Dalai Lama en dos ocasiones, un orador que se sale de la norma a la que estamos habituados, y que por eso mismo supone un reto. Otro orador que recuerdo haber tenido el placer de interpretar fue Kofi Annan, que me resultó especialmente sugerente por el fondo y por la forma. Un caso especial que puedo nombrar es el de Evo Morales cuando dio un discurso ante el pleno del Parlamento Europeo. Evidentemente no tuve que interpretarlo porque intervino en español, pero su alocución fue tan cautivadora y provocativa al mismo tiempo que, tras la sesión solemne, se improvisó de forma espontánea una sala para poder seguir debatiendo con él. Muchos fuimos a escucharlo y salimos convencidos de que es una figura mucho más compleja y capaz de lo que a veces se da a entender.

En cuanto al estrés, es verdad que si te toca interpretar a Angela Merkel, que también me ha tocado varias veces, sabes que vas a tener mucha atención de los medios, y quizá incluso pongan tu interpretación en el telediario del mediodía, como me pasó una vez. Cada cual desarrolla su estrategia para afrontar ese estrés extra. Personalmente, me centro totalmente en interpretar y posibilitar la comunicación, sin pensar en quién es el orador o el cliente.

P: ¿Crees que es posible vivir de la interpretación en un sitio como Gran Canaria? Y, de ser así, ¿tienes algún consejo para los que queremos dedicarnos a la interpretación aquí?

R: Francamente, desconozco por completo el mercado de la interpretación en Gran Canaria, así que poco puedo decir en concreto. Sí sé que muchos colegas que viven en Múnich, Berlín, Barcelona, Helsinki, o Madrid suelen compaginar la interpretación con otras actividades (traducción, clases en la universidad, etc.) porque el mercado no es suficiente para mantenerse exclusivamente interpretando, imagino que la situación en Gran Canaria puede ser análoga. Fuera de mercados sui generis como el de Bruselas, Viena, Estrasburgo y algunos más resulta más difícil dedicarse sólo a la interpretación, pero eso no quiere decir que haya que abandonar, en absoluto. En Gran Canaria también se celebran cantidad de congresos, hay encuentros comerciales y empresariales de todo tipo que requieren profesionales de la interpretación, y es importante que haya profesionales locales que cubran esas necesidades.

¿Qué le diría a quien se inicia en la profesión en Canarias? En primer lugar, que no caigan en el lamentable complejo de inferioridad que todavía siente tanta gente por hablar canario. Que no se compliquen las cosas inútilmente tratando de forzar eses implosivas totalmente artificiales, que no traten de usar la segunda persona del plural que para nada necesitamos y, por supuesto, que destierren el ridículo de ponerse a pronunciar fricativas dentales sordas (‘z’,’c’). El canario vale para todo y, de hecho, más que un inconveniente para interpretar, puede ser una ventaja. Yendo más allá de nuestro español, un intérprete profesional debe perseverar siempre, prepararse continuamente, esforzarse por dar la máxima calidad y no reventar los precios, por uno mismo pero también por la reputación de la profesión. A título colectivo, me parece imprescindible que los profesionales locales se asocien para apoyarse mutuamente, darse a conocer como profesionales a empresas e instituciones públicas y para defender sus intereses. Un problema recurrente y al que no es ajena la interpretación en Canarias es el del intrusismo y el mercado gris. Ambos se combaten desde la organización de los profesionales y la calidad contrastada del servicio, que debe contar con una remuneración acorde. Para quien organiza una conferencia es muy tentador ahorrar contratando intérpretes no profesionales; hay que hacerles saber que meses de organización o la posibilidad de hacer negocio pueden perfectamente irse al traste por una interpretación de mala calidad. Por no hablar del posible daño a la propia imagen de la empresa o institución. Para tener esa presencia y capacidad de comunicación, hace falta organizarse profesionalmente.

P: Creo que no soy la única de mis compañeros que siente nervios al pensar en el día que entre en una cabina para interpretar profesionalmente por primera vez, ¿crees que las personas nerviosas lo tienen más difícil para trabajar como intérpretes?, ¿o dirías que los nervios se van disipando con el tiempo?

R: Todo depende de cómo se aprenda a gestionar los nervios, el miedo escénico y el estrés, independientemente de si uno es más o menos nervioso. Durante la formación se aprenden pautas generales de gestión de la tensión, pero después cada uno debe desarrollar su propia estrategia, la que mejor funcione en cada caso personal. Es un proceso más o menos largo, nada fácil porque durante el proceso de formación estamos en una posición bastante vulnerable: nos vemos obligados a exponernos ante otros continuamente, desarrollando una actividad compleja que todavía no dominamos, algo a lo que seguramente no estaremos habituados. Además, después habremos de someternos a la (auto)crítica que, por constructiva que sea, no siempre será fácil de digerir, pero es que sin ella no avanzaremos. Es ahí donde se aprende que esta profesión es y será siempre una verdadera cura de humildad todos los días, no importa que tengamos 30 años de experiencia. Ese descubrimiento me parece clave para aprender a gestionar los nervios, y creo que quien no lo asuma, difícilmente llegará a prosperar como intérprete.

Dicho esto, es verdad que con la experiencia los nervios no sé si llegan a desaparecer del todo, pero sí se hacen mucho más llevaderos. En mi caso cuando empecé me parecía imposible llegar a entrar en cabina sin tener el estómago hecho un manojo de nervios, pero todo empezó a resultar más llevadero después de un año y medio trabajando, aproximadamente.

P: Si pudieras retroceder en el tiempo y decirle algo a tu «yo» principiante, ¿qué le dirías?

R: Que el trabajo riguroso y constante da frutos. Que hay que ser muy consciente de las propias limitaciones, pero que también hay que confiar en las propias cualidades y en lo que escuchas. Que hay que controlar lo que se dice al micrófono continuamente, poniéndose siempre en el lugar de quien te escucha.

P: ¿Crees que la carrera de Traducción e Interpretación nos prepara lo suficiente para el mundo laboral? ¿O crees que es necesario especializarse haciendo cursos y másteres al terminar la carrera?

R: Siempre es buena idea adquirir nuevas destrezas que te permitan posicionarte mejor en cualquier profesión, pero en general creo que se debe ser algo escéptico frente a la proliferación de cursos de especialización de todo tipo que han ido apareciendo. Mi impresión es que los hay muy válidos e interesantes, pero no es oro todo lo que reluce. La carrera de Traducción e Interpretación debe dotarte de los conocimientos y capacidades básicas como para iniciarte en el mundo de la traducción y aprender de esas primeras experiencias. La especialización puede ser buena, pero sin encasillarse. Una alternativa a los cursos de especialización es la de compaginar la adquisición de conocimientos que te sirvan de baza con la propia carrera, aunque se tarde algo más en acabarla. Es lo que hicieron compañeros míos en la facultad, adquiriendo conocimientos de localización al margen de los estudios, o lo que hice yo mismo, aprendiendo finés en paralelo a la licenciatura.

Dicho esto, es cierto que en el caso de la interpretación la carrera no te prepara suficientemente, más que nada por falta de tiempo. Aprender a interpretar con la solvencia suficiente para enfrentarte con garantías a casi todo tipo de situaciones requiere un tiempo y una intensidad que no puede brindarte la carrera de Traducción e Interpretación. Con excepciones que confirman la regla, que siempre las hay.

P: ¿Qué crees que es lo más complicado de la interpretación? Y, ¿qué es lo que más te gusta de tu trabajo?

R: Para mí, lo más complicado es gestionar la frustración que produce interpretar situaciones casi imposibles. Como, por ejemplo, presentaciones técnicas y de altísima dificultad, que no has recibido con antelación, a cargo de expertos que además no intervienen espontáneamente, sino que leen un texto y generalmente lo hacen a gran velocidad por tener limitado el tiempo. A menudo tienes que bregar con la dificultad añadida de que el orador se exprese en un inglés limitado y fonéticamente oscuro. Y esa es otra complicación hoy ya habitual: la cantidad de oradores que prefieren expresarse en un inglés, no sólo difícil fonéticamente por su acento extranjero, sino tremendamente impreciso, trufado de giros propios de la lengua materna del hablante. A veces te las ves y te las deseas para descifrar qué quieren decir.

Lo que más me gusta de mi trabajo es la satisfacción que te da el ver cómo la comunicación se establece. Cómo alguien que te está escuchando puede seguir el debate perfectamente y participar en él sin problemas gracias a la interpretación, a menudo incluso empleando las mismas palabras que acaba de oír por los auriculares.

P: Al hablar con otros intérpretes, han coincidido en que son raros los casos en que vas a interpretar con toda la información previa necesaria, ¿es eso también cierto en tu caso? Y si es así, ¿qué recomiendas hacer para evitar quedarte en blanco por desconocimiento de un término o al oír un nombre propio que no consigas entender?

R: Aproximadamente la mitad de las veces trabajamos sin documentación previa, mayormente por tratarse de reuniones de grupos políticos que, evidentemente, no hacen circular sus documentos para no revelar su estrategia política a los adversarios. Pero también ocurre que por necesidades del servicio (compañeros que se enferman, reuniones que se convocan a última hora, etc.) tu programa cambie repentinamente y te asignen una reunión para la que no has tenido tiempo material de prepararte.

En realidad, lo de quedarte en blanco sin saber qué decir prácticamente no pasa, estamos formados para sortear esas situaciones. Interpretamos ideas, no palabras sueltas, y has de contar con recursos de sobra en tu lengua meta para que nunca te quedes en blanco sin saber cómo transmitir una idea. Otra cosa es que desconozcas algún término que resulte imprescindible en un momento dado, y ahí es donde queda más patente que la interpretación es un trabajo en equipo. En esas situaciones silencias el micrófono momentáneamente y preguntas rápidamente a tus compañeros, que la mayoría de las veces te brindan la solución. A veces basta con un gesto y ya te están soplando el término o nombre que desconoces o se te pasó. Cuando resulta que nadie lo entendió o el término es sorprendente para todos, continúas sorteando el término de marras (para eso sirven las tablas y la experiencia) mientras tus compañeros lo buscan en bases de datos, glosarios, etc. En general, suele ser cosa de segundos que encuentren una solución. Y en caso de no poder resolver el problema, dependiendo de la situación comunicativa se le puede explicar al cliente que el intérprete se disculpa pero hay un término concreto que no ha entendido, lo repites en el idioma original, apuntas a qué puede referirse y sigues trabajando. Habitualmente el cliente lo agradece porque así le das la oportunidad de preguntarlo para que el orador lo aclare. La gente suele hacerse cargo de que, por bien que hagamos nuestro trabajo, somos humanos y no máquinas.

P: Y, por último, ¿podrías contar alguna anécdota graciosa/curiosa que hayas vivido como intérprete?

R: Recuerdo a un presidente austríaco que se emperró en presidir en inglés y se despidió de los asistentes diciendo «… and I wish you a good fahrt home».

También hubo un delegado finlandés al que le costaba pronunciar la palabra «checks» en inglés y terminó diciendo: «What we need is more sex at the borders». Imagínense el choteo en la sala. La verdad, en esos momentos te tienes que reír.

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Muchísimas gracias, Iván, por hacernos ver cómo es la vida de un intérprete de conferencias. A mí me ha motivado aún más para seguir con la interpretación, ¿y a ustedes?

¡Interprétame esto! Entrevista a Daniel Sánchez

Redacción:  AETI

Corrección: AETI

Desde que lanzó su campaña, la incoherencia sintáctica, las frases inacabadas, la campechanía, etc. han sido sello y firma del ahora presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, quien ha llevado a la esfera política un lenguaje al que no estábamos acostumbrados en tal cargo. Pero ¿hasta qué punto afecta esto al intérprete? ¿Qué diferencia hay entre interpretar a Trump e interpretar una gala de premios? ¿Qué supone un mayor reto? Y, lo más importante, ¿cómo se pueden preparar los estudiantes que quieren ser intérpretes profesionales?

Pues bien, ¿quién mejor que un gran profesional de la interpretación para arrojar luz sobre estos temas? Daniel Sánchez Reinaldo se licenció en Traducción e Interpretación en la Universidad Autónoma de Madrid y estudió durante un año en la Universidad Charles de Gaulle (Lille, Francia). Es traductor e intérprete (inglés, francés e italiano) desde hace más de ocho años y también colabora con TVE. Entre sus interpretaciones más conocidas, se encuentran las de G.W. Bush, Obama y, ahora, Trump. Es el presidente en la sombra…

  1. ¿Cómo empezaste tu carrera como intérprete?

Mi carrera como intérprete la empecé mientras estudiaba Traducción e Interpretación en la Autónoma de Madrid. Tuve la suerte de hacer unas prácticas con Comisiones Obreras para interpretar en reuniones que tenían en algunos organismos internacionales. Fui con ellos a interpretar al Parlamento Europeo un par de veces, a Berlín a una reunión con sindicatos de Alemania, a Barcelona… Fue una experiencia muy positiva y muy enriquecedora para mí porque me permitió empezar a conocer el mundo de la interpretación. También durante la carrera, empecé a interpretar en el Metro Ligero de Madrid, porque una empresa francesa estaba implantando allí un nuevo sistema de gestión informática. Fue mi gran prueba de fuego porque fueron bastantes jornadas a lo largo de un par de años y me permitió curtirme en este trabajo.

Además, cuando estaba en 4º de carrera conseguí una beca que daba la universidad para hacer unas prácticas en la Unión Europea, en el departamento de español de la Dirección General de Traducción. Duró un mes, pero me permitió tener también descubrir cómo se trabaja en un organismo internacional.

Al acabar la carrera empecé a trabajar en Accenture como traductor in-house. A los 6 meses decidí que iba a dar el paso de hacerme autónomo. Eso fue lo que hice, no sin dudas ni miedos, pero es una decisión que no lamento en absoluto. Eso fue en 2008, y ahí seguimos desde entonces.

  1. ¿Qué consejos darías o qué recursos recomendarías a los estudiantes que quieren dedicarse a la interpretación profesional en el futuro?

No sabría qué consejo dar, porque creo que cada persona es distinta y cada situación es diferente. Yo pude abrirme paso con suerte y con mucho trabajo. Hay que ser muy constante, pero creo que si alguien quiere llegar a ser intérprete y se esfuerza en ello, lo conseguirá. Hay que buscar posibles clientes, llamar a muchas puertas, conocer a otros intérpretes y tejer una red de contactos y de apoyo. Cuanto antes se haga eso, mejor. Incluso cuando estás haciendo la carrera. No hay mejor práctica que trabajar en la vida real. Y hay que tener paciencia. Todo puede salir a la primera o tardar en llegar. Si alguien tiene el sueño de ser intérprete, adelante. A por ello.

  1. ¿Cómo es tu colaboración con TVE? ¿Hay alguna diferencia con respecto a otros trabajos autónomos en la forma de trabajar o en las condiciones laborales?

Es un trabajo que tiene poco que ver con lo que siempre nos han descrito como una interpretación “de manual”. Lo primero de todo, hay que entender que la antelación con la que te llaman no es la misma que cuando vas a hacer una interpretación en un congreso, o en una reunión de empresa. Si salta una noticia de última hora, te pueden llamar para que vayas corriendo (literalmente) hasta allí porque va a hablar el presidente de turno. Por lo tanto, eso hace que tengas que estar siempre localizable por si surge cualquier cosa.

Por otro lado, tienes que estar muy al día de actualidad internacional, porque cuando te llaman con tan poca antelación es muy difícil prepararse bien el tema antes de salir de casa. A veces solo tienes unos minutos, una vez que estás en la cabina, para poder buscar algún dato importante sobre lo que vas a interpretar.

Y aunque en una interpretación en un congreso, en cabina siempre hay dos intérpretes, aquí no es siempre igual. Normalmente las ruedas de prensa o discursos no suelen durar más de 30 o 45 minutos. Por esta razón, en esos casos, solo se cuenta con un intérprete. Cuando se prevé que la duración sea mayor o que haya varios personajes que interpretar (como en las entrevistas o en los debates) sí que van dos personas.

  1. Has sido el intérprete de G.W. Bush, de Obama y, ahora, de Trump, ¿cómo te preparas para adaptarte a su dialéctica? ¿Qué diferencias y retos lingüísticos se te presentan ahora con Donald Trump? ¿Cómo intentas solucionarlos?

La mejor forma de prepararse para interpretar a cualquiera, en televisión o en cualquier otro tipo de interpretación, es escucharlo previamente. Por suerte, en estos casos, siempre son personajes públicos y puedes ver horas y horas de vídeo en Internet para poder prepararte. Hay que escucharlos mucho, ver qué tipo de expresiones tienen, cómo hablan, cómo suelen hacer énfasis en los puntos importantes…

Con Donald Trump el reto lo comprobé en el primer debate presidencial con Hillary Clinton. No es un orador al uso. Ni mucho menos. Dice lo que se le viene a la cabeza. No usa el tele-prompter aunque tenga el discurso escrito. Deja frases inacabadas, se va a otro tema, y luego retoma el que había dejado cortado. Usa mucho slang y a veces es difícil relacionar una idea con otra. Dicho esto, tampoco hay mucha diferencia con otras personas que puedes interpretar, quizá no a nivel político pero sí en reuniones de empresa. Por lo tanto, para superar eso, hay que escucharlo mucho. Hay que saber qué va a decir y estar preparado para la manera en la que lo dice. Como decía, el primer debate me resultó difícil, porque todo lleva su tiempo. Poco a poco me fui acostumbrando a su forma de hablar y ahora, en ese sentido, me parece como cualquier otro orador al que interpreto.

  1. ¿Cómo afrontas la controversia ética de Trump? ¿Te supuso un problema a la hora de aceptar interpretarlo? ¿Intentas suavizar lo que dice de alguna manera?

No es la primera vez que me hacen esa pregunta. Sinceramente, en ningún momento pensé que no tenía que aceptar interpretarlo. Yo hago mi trabajo como un profesional. A mí se me pide que interprete a alguien, e independientemente de cómo me pueda caer a mí, de si estoy o no de acuerdo con lo que dice, yo lo interpreto. Luego tengo mi opinión de cada personaje que interpreto, pero esa me la guardo para mí y no influye en absoluto en mi trabajo.

Me parece curioso todo este debate que se ha montado en torno a los intérpretes en muchas partes del mundo a la hora de interpretar a Trump. Es como si un periodista dijese que no cuenta una noticia sobre Trump porque no le gusta lo que dice. Como profesional, contará la noticia y luego tendrá su opinión sobre él. Pero la noticia la cuenta. En mi caso es igual.

Sobre suavizar lo que dice, siempre que se dice algo demasiado altisonante, hay que intentar suavizar un poquito, porque es mejor quedarse un poco por debajo que pasarse de frenada. Es el caso de cuando dijo durante el tercer debate la famosa frase de “What a nasty woman”. A mí, en ese momento, lo que me apareció en la mente, con letras grandes fue “¡Qué asco de mujer!”, pero en un segundo decidí que igual me estaba pasando y lo traduje como “¡Qué mujer más desagradable!”.

  1. También sueles interpretar galas de premios, ¿cómo te preparas para una? ¿Suele ser un trabajo solitario o cuentas con compañeros con los que trabajar de forma conjunta?

Es un trabajo que cada vez me gusta más y en el que cada vez me lo paso mejor. Llevamos tres años haciendo la gala de los BAFTA, los premios de la Academia Británica de Cine. Lo hago con mi compañera Aida González, que es una gran intérprete y además una experta en cine. Es difícil porque, como dices, hay muchos oradores, cada uno con un acento, con muchos chistes… Por suerte, sí que nos pasan un guion del presentador de la gala, porque son tantos los chistes y los juegos de palabras que hace, que por lo menos los podemos preparar con antelación. El problema es que ese guion no siempre concuerda con lo que ocurre en la gala, hay cambios que no se nos comunican y hay que estar atentos para interpretar “sin guion”. Lo mismo ocurre con los ganadores de los premios. Cada uno hace su discurso y nosotros los tenemos que interpretar sin referencias.

El trabajo previo lo hacemos entre los dos. Preparamos fichas con todos los nominados por categoría, con el tema de la película, productores, guionistas, director, actores, distribuidoras, premios anteriores, etc. Así, a la hora de que el ganador haga el discurso, sabemos a quién puede dar las gracias.

  1. Para acabar, ¿hay alguna anécdota que te haya pasado en los años que llevas ejerciendo como intérprete y que te gustaría compartir?

Pues se me viene una a la cabeza. Hace ya un tiempo, estaba en cabina interpretando en un congreso. El ponente era un señor de EE. UU. que estaba haciendo su exposición. Llegado el momento, dijo que un compañero suyo se iba a conectar vía Skype desde Canadá. Aquí eran las 3 de la tarde, así que allí, como muy tarde serían las 9 de la mañana. Hizo la conexión con él por Skype para ver si todo funcionaba bien. Al canadiense se le oía perfectamente y el de EE.UU. que estaba aquí en Madrid le dijo que esperase un poquito mientras terminaba de explicar una cosa. Lo dejaron en “pre escucha”.  A todo esto, yo sigo interpretando y dentro de la cabina (la cabina era como una habitación pequeña donde estaban más al fondo los técnicos de sonido) oigo un ruido como… “gggggggg”. Me callo, miro a mi alrededor, y sigo interpretando. Otra vez el ruido. “ggggggggg”. Ya me estaba empezando a distraer. “Ggggggggggg”. En ese momento me doy cuenta de que lo que estábamos oyendo dentro de la cabina… ¡era el señor canadiense roncando! Se había quedado dormido y se había puesto a roncar. Justo en ese momento el estadounidense que estaba aquí pide a los de sonido que metiesen en la sala el sonido que llegaba por Skype. Yo decía… “¡¡no, no, no, no!!” Lo hicieron. Metieron el sonido en la sala y esos ronquidos empezaron a atronar por toda la sala. “Mike, are you there”. Respuesta: ronquidos. “Mike!” Nada. Tuvo que llamarlo el hombre por teléfono a su móvil para que sonara y se despertara. Impresionante.