Subestimé la traducción, mea culpa

Redacción: Carolina de la Torre

Corrección: Ángel Ureña Porras

Existen mil combinaciones entre la lengua original y la lengua meta y, a su vez, cientas de combinaciones entre sistemas de comunicación, desde el alfabeto latino hasta los iconos, traduciendo de uno a otro. Y muchos nos centramos solo en los idiomas…

¡Anda que no hay traducciones de todos los colores! Fue durante el grado de Traducción e Interpretación cuando descubrí —o, mejor dicho, mi profesora me mostró— que la traducción podía adoptar muchas formas, que no solo era repintar un texto con una capa nueva de letras dispuestas de tal forma a través de la cual los hablantes de una determinada lengua meta pudiesen, ahora sí, acceder al contenido. Y como lo bueno, si es breve, es dos veces bueno: traducir no es solo ‘expresar en una lengua lo que está escrito o se ha expresado antes en otra’ (primera acepción del lema según la versión actual del Diccionario de la lengua española, del 2014), ¡ni mucho menos!

¿Quién me hubiera dicho que se podía traducir prescindiendo de una segunda lengua? Que se considera una traducción el guion escrito para la audiodescripción de un metraje, una descripción oral de lo que hay en pantalla, dirigida a personas ciegas o con visión reducida. Que también lo son los subtítulos que transcriben lo que escuchamos, o la acción de reescribir un texto con un lenguaje más claro o más fácil.

Si me hubiera picado más la curiosidad, antes de que mi formación me lo desvelase, y me hubiera ido al DLE, hubiera sabido que la segunda acepción de traducir es ‘convertir, mudar, tocar’ y la tercera es ‘explicar, interpretar’. Y entono el mea culpa por haber subestimado al verbo traducir, a su forma sustantivada traducción y a su variación ortográfica Traducción (la disciplina, nótese la caja alta); por haber rascado solo la superficie de sus significados.

En el momento que escribo este artículo, sigo en mi segundo año del grado universitario y ahora estoy estudiando asignaturas que tienen una relación más directa con la traducción (Teoría, Tecnologías Aplicadas, Documentación…). Y ha ocurrido algo que no me esperaba: siento con mayor seguridad que quiero dedicarme a la traducción, que quiero ganarme el pan con ella y que existen más formas de lograrlo de las que pensaba.

El atractivo principal que le veía a esta disciplina era que requería un dominio del español y el inglés —algo que yo ya tenía— , con el aliciente de que adquirías una tercera lengua, y aumentar mi abanico de idiomas siempre fue una de mis metas. Consideraba que la traducción solo consistía en trasladar un texto de un idioma a otro, no por nada esta suposición superficial, y tan extendida, de la disciplina constituye la primerísima acepción en el DLE. Siguiendo esta lógica, cuantos más idiomas dominase, más oportunidades laborales tendría y, para algunos, mejor traductora sería.

Pero resulta que no se necesita ser políglota para ser un traductor versátil y no son necesarios dos idiomas distintos para traducir (en todos los sentidos de la palabra). Basta con tener un solo texto de procedencia, escrito u oral, o hasta formado por símbolos, que modificamos para que un determinado público pueda acceder a sus contenidos con mayor facilidad.

Jakobson, en su ensayo de 1959 On Linguistic Aspects of Translation, distingue tres modos de interpretar y traducir un signo (con la acepción lingüística de ‘unidad constituida por un significante y un significado’) verbal: intralingüístico, traducir el signo a otros de la misma lengua; interlingüístico, traducir el signo a los de otro idioma; e intersemiótico, traducir el signo verbal a los de un sistema no verbal (símbolos).

Por lo tanto, podemos considerar traducciones las ediciones en español de las novelas de Harry Potter, el texto alternativo de una imagen, los subtítulos en español de Aquí No Hay Quien Viva, las adaptaciones de El Quijote de Cervantes al castellano contemporáneo, la interpretación en lengua de signos de un programa televisivo, el pie descriptivo de una foto, la versión en braille de un documento originalmente escrito con caracteres latinos… y un larguísimo etcétera.Vivimos en una época en la cual se produce y comparte una cantidad ingente de información, en cada esquina del planeta a cada segundo, y todas las personas cuentan con el indiscutible derecho a acceder a ella por igual, se requieran los signos que se requieran. Así que te invito a que pruebes platos nuevos, quizás ignotos para ti hasta ahora, a que investigues más allá de la traducción interlingüística, que te adentres en el mundillo de la intralingüística o de la semiótica, ya sea porque el trasvase de una lengua a otra te sepa a poco, porque notes una escasez de material audiodescrito o con subtitulado descriptivo, porque conozcas a —o seas— alguien que presente dificultades de comprensión o porque desees, simple y llanamente, que el Boletín Oficial del Estado fuese legible.