
El impacto de la literatura juvenil y su traducción
Redacción: Carla Larrosa
Corrección: Pau Molina
Creo que empecé a pedir libros por mi cumpleaños cuando tenía alrededor de 8 años y desde entonces he pasado cada verano entre las páginas de una buena novela. He conocido a muchas personas de mi edad que afirman orgullosas que no les gusta leer, pero que, cuando les he preguntado cuántos libros habían leído por placer a lo largo de su vida, no sabían responderme. Muchos nunca lo habían intentado y otros habían dejado de hacerlo una vez habían pasado a la educación secundaria.
Esta semana, el miércoles 23 de abril, celebramos el Día Internacional del Libro, un día que tiene como objetivo fomentar la lectura y valorar la industria editorial, así como proteger los derechos de autor, que parecen hoy más vulnerables que nunca. A continuación, me gustaría profundizar en la situación actual de la literatura juvenil (especialmente aquella escrita por mujeres), el impacto que tiene en los jóvenes y el papel de la traducción en este género literario.
Actualmente, sigue habiendo polémica entre algunos autores en cuanto a la literatura juvenil, aquella destinada a un público adolescente. A pesar de que ciertos tipos de novelas, como aquellas que pertenecen a la fantasía juvenil, han ganado popularidad en los últimos años gracias a factores como una amplia oferta de títulos, la difusión por medio de las redes sociales o la comodidad de soportes informáticos como los libros electrónicos, también han aumentado las críticas, ligadas a la creencia de que la literatura juvenil no es «buena» literatura.
Es muy probable que la distinción entre «buena» y «mala» literatura surja a raíz del contraste con los clásicos, que van de la mano con el canon literario, el modelo de qué y cómo se debe leer y escribir. Este está formado por un número reducido de críticos y expertos literarios que hacen una selección de obras basada no solo en criterios más o menos objetivos, sino también en sus prejuicios y valoraciones personales. Una muestra de ello es que, en gran parte de las lenguas, la mayor parte de las obras incluidas en el canon están escritas por hombres y no mujeres. También la mayor parte de obras ganadoras de premios literarios de alto renombre como el Premio Nadal, el Premio Miguel de Cervantes o el Premio Planeta de Novela las han escrito hombres. Estos hechos han provocado que las obras escritas por mujeres, que son las autoras principales de la literatura etiquetada como «juvenil», se consideren inferiores e infravaloradas.
Ahora bien, no niego que ciertas lecturas clásicas deban ser obligatorias, pues estoy segura de que tienen mucho que aportarnos tanto en materia académica como personal, para la comprensión del mundo que nos rodea, de nuestro pasado y nuestro futuro. Sin embargo, también considero que leer por obligación no fomenta la creación de unos hábitos de lectura sanos, sino que desmotiva a las estudiantes, que no se sienten identificadas ni representadas en libros más antiguos y densos.
A propósito de utilizar la palabra «denso», otra cosa que podemos observar hoy en día es cómo el mercado editorial se transforma al tiempo que lo hacen las necesidades de las lectoras. Hablo en este caso de los efectos de las redes sociales en adolescentes. A pesar de ser un tema recurrente, no siempre somos conscientes de los efectos que tienen, junto con otras formas de entretenimiento como las plataformas de streaming, pero parece ser que las escritoras sí lo tienen en cuenta. Recientemente, he observado por mí misma como cada vez los capítulos de las novelas juveniles, tanto de romance como de ciencia ficción o fantasía, se acortan un poco más. Esta es una decisión que da respuesta a un nuevo problema del público objetivo de este tipo de libros, pues ya no es capaz de mantener la atención por una cantidad de tiempo prolongada. ¿Leerían aún menos las adolescentes si no tuvieran libros adaptados a sus necesidades?
Las consecuencias de que los y las jóvenes lean cada vez menos son muy tristes, ya que leer aporta una gran cantidad de beneficios que incluyen el desarrollo del cerebro, el aprendizaje de nuevo vocabulario, el ejercicio de la memoria y la concentración, el fomento de la imaginación y la creatividad, entre otros. Muchos expertos en el campo de la psicología y la medicina afirman también que la lectura ayuda al bienestar emocional de las personas.
En conclusión, no se deben juzgar los gustos personales ni condenar la lectura de literatura juvenil, sino que se debería fomentar la lectura en cualquiera de sus formas. No podemos permitir que la condescendencia de unos cuantos perjudique las oportunidades de las nuevas generaciones que todavía están descubriendo el gusto por la lectura.
Y aquí es donde entra el papel de la traducción, en la difusión y recepción de obras de diferentes temáticas y culturas. Nuestro trabajo como traductoras forma parte del conjunto que es el mercado editorial y de producción de obras. Cuanta más variedad de géneros y estilos literarios tengan a su alcance, más probable será que encuentren algo que despierte la curiosidad de las nuevas lectoras.