
¡Que la intertextualidad os acompañe!
Redacción: Ana Rodríguez Garrido
Corrección: Valeria Riaza Gómez
Artículo escrito por Ana Rodríguez Garrido y corregido por Valeria Riaza Gómez.
Con esta frase se despedía Javier Pérez Alarcón tras impartir el Seminario de Intertextualidad de ATRAE el pasado mes de marzo. Un seminario corto, pero ameno y lleno de contenido en el que Javier Pérez Alarcón, traductor audiovisual, vocal de ATRAE, profesor de máster en la UEV y, no menos importante, como él mismo se denomina, amante de las croquetas, nos habló de un concepto muy interesante y, por supuesto, necesario para cualquier traductor: la intertextualidad.
Seguramente la primera vez que escuchaste esta palabra pensaste: «¿qué es eso? No he oído hablar de eso en mi vida». Pues seguramente sepas lo que significa, pero no eres consciente de que tiene ese nombre. ¿Cuántas veces has visto en un capítulo de Los Simpson una alusión a algún aspecto de la cultura popular americana? Si has leído el Quijote, ¿te has parado a pensar en la cantidad de referencias que hace a las novelas de caballerías de la época? Si escuchas en una película o en una serie cualquiera las frases «Un gran poder conlleva una gran responsabilidad» o «La vida es como una caja de bombones», seguramente te suenan y sepas a qué películas pertenecen, ¿verdad?
Pues todo eso que forma parte de la industria audiovisual son referencias intertextuales. Cada vez hay más adaptaciones literarias, secuelas, remakes y películas que parodian un género concreto (véase Zombies Party y la temática de zombis). Muchas producciones tienen una serie de obras a sus espaldas de las que se nutren para hacer un guiño al espectador, crear humor, realizar una crítica o incluso con el fin de contextualizar, para emplazar a los personajes en una época concreta (por ejemplo, si estos están viendo un programa que se emitía hace cincuenta años).
Detrás de todas las adaptaciones que se realizan hoy en día hay un público de fanes al que no se debe decepcionar; lo queramos o no, los fandoms son exigentes. Además, es comprensible: cuando salió Animales fantásticos y dónde encontrarlos todos los fanáticos de Harry Potter estábamos dispuestos a sacar las garras si nos cambiaban un poquito el mundo de Hogwarts que nos habíamos creado. El traductor debe ser capaz, no solo de localizar la referencia, sino también de saber adaptarla correctamente.
Pero espera: ¿eso no puede ser considerado plagio en ciertas situaciones? ¿Copiar algo de una producción anterior no es plagiarlo? Pues la respuesta, como casi siempre en el mundo de la traducción, es «depende»: depende de la intención. La intertextualidad toma las referencias sin el objetivo de engañar al espectador; no intenta hacerle creer que la frase o el extracto que se ha tomado pertenecen a la propia obra y no a una anterior. Esta sí es la función del plagio: tomar la propiedad de algo y reclamarlo como propio. La intertextualidad no es más que una forma de homenajear a una obra anterior, no copiarla o imitarla. Por eso muchas veces se usa con fines humorísticos.
Adaptar una referencia y encontrar la traducción correcta suele ser sencillo cuando es una referencia muy clara que forma parte de la propia cultura popular. Nadie tendría dudas al traducir el «May the force be with you» que todo el mundo conoce. Pero ¿qué ocurre cuando la referencia es de una película del 93 que tu madre vio una tarde de domingo en la tele y de la que tú ni siquiera conoces su existencia?
Bueno, en ese caso no es nada fácil, pero hay algo que Javier Pérez Alarcón recomienda encarecidamente, algo muy elemental y que constituye la base para ser un buen traductor en todos los aspectos: el bagaje cultural. Los traductores tenemos que ser muy observadores y consumir mucha cultura. Hemos de conocer las tendencias actuales, lo que se lleva no solo en España, sino también en EEUU, que es de donde proceden gran parte de las producciones que vamos a tener que traducir. Por ejemplo, si sabemos que Shakespeare fue uno de los autores más importantes en lengua inglesa, hemos de estar al corriente de cuáles son las fórmulas que aparecen en sus obras y cómo se han traducido al español: esto es, «my liege» como «mi señor». De esta forma, cuando nos aparezca «my liege» en una obra actual, tendremos que utilizar el «mi señor» que se ha usado siempre al adaptar a Shakespeare.
Cuanta más cultura popular tengamos, más fácil nos será encontrar la referencia a esa película remota, y solo de esa forma podemos hallar la traducción correcta y decir: «¡A Dios pongo por testigo que no habrá referencia que se me escape!»