
¡Nos vamos de conferencia! Entrevista a Iván Vega Mendoza, intérprete del Parlamento Europeo
Redacción: AETI
Corrección: AETI
«¿Qué le diría a quien se inicia en la profesión en Canarias? En primer lugar, que no caigan en el lamentable complejo de inferioridad que todavía siente tanta gente por hablar canario. Que no se compliquen las cosas inútilmente tratando de forzar eses implosivas totalmente artificiales, que no traten de usar la segunda persona del plural que para nada necesitamos y, por supuesto, que destierren el ridículo de ponerse a pronunciar fricativas dentales sordas (‘z’,’c’)».
Iván Vega Mendoza es natural de la isla de Gran Canaria. Se licenció en Traducción e Interpretación por la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria en 2 000 con lengua B inglés y lengua C alemán, a las que añadió en paralelo estudios de finés. Cursó estudios de posgrado en Filología Finougria en la Universidad de Turku becado por el Ministerio de Educación de Finlandia y es Máster europeo en interpretación de conferencias por la Universidad de Turku. Se acreditó como intérprete de conferencias ante el Parlamento europeo en 2002. Hoy trabaja para el Parlamento, la Comisión y el Consejo europeos, además de para el Comité de las Regiones y el Comité Económico y Social con la combinación lingüística DE, EN, FI, FR -> ES
Pregunta: En primer lugar, ¿podrías contarnos tus comienzos en el mundo de la interpretación?
Respuesta: Mi primer contacto con la interpretación lo tuve en las asignaturas que incluía la Licenciatura. Aquello me gustó y se me dio especialmente bien, así que cursé todas las optativas. Cuando pregunté cómo se dedicaba uno a la interpretación, me hablaron del Máster en Interpretación de Conferencias de La Laguna, pero a renglón seguido me desaconsejaron presentarme a la prueba de acceso por su nivel de dificultad, así que lo dejé correr. Al fin y al cabo, traducir también me gustaba. Años después, tras cursar estudios de Filología Finougria en Finlandia gracias a una beca, algunos profesores me recomendaron precisamente que me presentara a la prueba de acceso del Máster análogo al de La Laguna, que por aquel entonces impartía la Universidad de Turku. Superé el corte y cursé el Máster becado por la Comisión Europea, lo que a la postre acabó abriéndome la puerta a la profesión.
P: ¿Cómo se llega a ser intérprete del Parlamento Europeo? Sé, por lo que nos contaste en las Jornadas Profesionales, que el finés te abrió muchas puertas, ¿es necesario tener un idioma «diferente»?
R: Las Instituciones Europeas están al tanto de los perfiles de los alumnos que superan las pruebas de acceso a los másteres europeos en interpretación de conferencias (EMCI). Si alguno les interesa especialmente por su combinación lingüística, pueden remitirle una invitación a participar en una prueba de acreditación una vez aprobado el máster. Así es como me acredité yo en 2002: el finés, una de mis lenguas, era muy deficitario en las instituciones (hoy lo sigue siendo). El Parlamento Europeo me invitó a presentarme a un test, lo superé, y así comencé a trabajar como intérprete.
En cuanto a si es necesario tener una lengua de trabajo de las llamadas «exóticas», pues según. Hay quien piensa que con una lengua deficitaria ya se te abren las puertas casi por arte de magia, pero no es tan sencillo. Cuando yo empecé, desde luego que era una gran baza, siempre que tuvieras, además, un inglés muy sólido como lengua de trabajo. Pero desde 2002 las cosas han ido cambiando. Tener una lengua «diferente», como tú dices, sigue siendo una buena baza, pero con eso más un buen inglés ya no basta para que te inviten a presentarte a una prueba de acreditación. Con los años la profesión se ha ido poniendo mucho más competitiva y hoy para ser un candidato interesante para cabina española necesitarías dos lenguas de las llamadas «grandes» (inglés, francés, alemán) además de esa otra lengua deficitaria. Entonces, ¿es imprescindible traerse bajo el brazo una lengua «diferente» en la combinación? Pues si la tienes a tiro, adelante, pero tampoco conviene obcecarse. Alguien con un buen nivel de inglés, francés y, sobre todo, alemán diría que tiene posibilidades en cabina española. El alemán es un idioma con mucho peso que siempre es interesante tener. Si a esa combinación, además, le añades italiano o portugués, tus posibilidades se multiplican por mucho.
Resumiendo: en las instituciones europeas resulta interesante una lengua «diferente» en la combinación si viene acompañada de dos (o más) de las grandes, pero también abre puertas una combinación amplia de lenguas «no exóticas» que incluya alemán.
P: ¿Podrías contarnos cómo es tu día a día en el Parlamento Europeo?
R: La jornada en el Parlamento Europeo, o en el Consejo o la Comisión, para los que también trabajo, empieza el día antes estudiando la documentación (si la hubiera, que no siempre es el caso). Dependiendo de la amplitud del régimen lingüístico de la reunión, en cabina somos dos o tres colegas. Según el tipo de reunión, hay que adaptar un poco la estrategia: en el Parlamento los debates son políticos, más espontáneos, rápidos, puede darse un toma y daca intenso que requiere concentración máxima y rapidez de reflejos. En el Consejo o en la Comisión los debates son más técnicos que políticos y, por eso, más sosegados, más estructurados y menos dados a la sorpresa. Pero no por ello son más fáciles, pueden ser técnicos en extremo y requieren preparación. En uno y otro caso, la jornada de trabajo puede hacerse muy larga, por eso siempre es fundamental la comunicación con los colegas y el trabajo en equipo.
P: Recuerdo que nos contaste que has interpretado a algunos políticos internacionales de alto nivel. Y, trabajando en el Parlamento, habrás vivido situaciones de mucha importancia para el panorama de la política internacional, ¿podrías contarnos alguno que recuerdes en particular? y, ¿cómo se afrontan ese tipo de situaciones de estrés?
R: Recuerdo haber interpretado, por ejemplo, al Dalai Lama en dos ocasiones, un orador que se sale de la norma a la que estamos habituados, y que por eso mismo supone un reto. Otro orador que recuerdo haber tenido el placer de interpretar fue Kofi Annan, que me resultó especialmente sugerente por el fondo y por la forma. Un caso especial que puedo nombrar es el de Evo Morales cuando dio un discurso ante el pleno del Parlamento Europeo. Evidentemente no tuve que interpretarlo porque intervino en español, pero su alocución fue tan cautivadora y provocativa al mismo tiempo que, tras la sesión solemne, se improvisó de forma espontánea una sala para poder seguir debatiendo con él. Muchos fuimos a escucharlo y salimos convencidos de que es una figura mucho más compleja y capaz de lo que a veces se da a entender.
En cuanto al estrés, es verdad que si te toca interpretar a Angela Merkel, que también me ha tocado varias veces, sabes que vas a tener mucha atención de los medios, y quizá incluso pongan tu interpretación en el telediario del mediodía, como me pasó una vez. Cada cual desarrolla su estrategia para afrontar ese estrés extra. Personalmente, me centro totalmente en interpretar y posibilitar la comunicación, sin pensar en quién es el orador o el cliente.
P: ¿Crees que es posible vivir de la interpretación en un sitio como Gran Canaria? Y, de ser así, ¿tienes algún consejo para los que queremos dedicarnos a la interpretación aquí?
R: Francamente, desconozco por completo el mercado de la interpretación en Gran Canaria, así que poco puedo decir en concreto. Sí sé que muchos colegas que viven en Múnich, Berlín, Barcelona, Helsinki, o Madrid suelen compaginar la interpretación con otras actividades (traducción, clases en la universidad, etc.) porque el mercado no es suficiente para mantenerse exclusivamente interpretando, imagino que la situación en Gran Canaria puede ser análoga. Fuera de mercados sui generis como el de Bruselas, Viena, Estrasburgo y algunos más resulta más difícil dedicarse sólo a la interpretación, pero eso no quiere decir que haya que abandonar, en absoluto. En Gran Canaria también se celebran cantidad de congresos, hay encuentros comerciales y empresariales de todo tipo que requieren profesionales de la interpretación, y es importante que haya profesionales locales que cubran esas necesidades.
¿Qué le diría a quien se inicia en la profesión en Canarias? En primer lugar, que no caigan en el lamentable complejo de inferioridad que todavía siente tanta gente por hablar canario. Que no se compliquen las cosas inútilmente tratando de forzar eses implosivas totalmente artificiales, que no traten de usar la segunda persona del plural que para nada necesitamos y, por supuesto, que destierren el ridículo de ponerse a pronunciar fricativas dentales sordas (‘z’,’c’). El canario vale para todo y, de hecho, más que un inconveniente para interpretar, puede ser una ventaja. Yendo más allá de nuestro español, un intérprete profesional debe perseverar siempre, prepararse continuamente, esforzarse por dar la máxima calidad y no reventar los precios, por uno mismo pero también por la reputación de la profesión. A título colectivo, me parece imprescindible que los profesionales locales se asocien para apoyarse mutuamente, darse a conocer como profesionales a empresas e instituciones públicas y para defender sus intereses. Un problema recurrente y al que no es ajena la interpretación en Canarias es el del intrusismo y el mercado gris. Ambos se combaten desde la organización de los profesionales y la calidad contrastada del servicio, que debe contar con una remuneración acorde. Para quien organiza una conferencia es muy tentador ahorrar contratando intérpretes no profesionales; hay que hacerles saber que meses de organización o la posibilidad de hacer negocio pueden perfectamente irse al traste por una interpretación de mala calidad. Por no hablar del posible daño a la propia imagen de la empresa o institución. Para tener esa presencia y capacidad de comunicación, hace falta organizarse profesionalmente.
P: Creo que no soy la única de mis compañeros que siente nervios al pensar en el día que entre en una cabina para interpretar profesionalmente por primera vez, ¿crees que las personas nerviosas lo tienen más difícil para trabajar como intérpretes?, ¿o dirías que los nervios se van disipando con el tiempo?
R: Todo depende de cómo se aprenda a gestionar los nervios, el miedo escénico y el estrés, independientemente de si uno es más o menos nervioso. Durante la formación se aprenden pautas generales de gestión de la tensión, pero después cada uno debe desarrollar su propia estrategia, la que mejor funcione en cada caso personal. Es un proceso más o menos largo, nada fácil porque durante el proceso de formación estamos en una posición bastante vulnerable: nos vemos obligados a exponernos ante otros continuamente, desarrollando una actividad compleja que todavía no dominamos, algo a lo que seguramente no estaremos habituados. Además, después habremos de someternos a la (auto)crítica que, por constructiva que sea, no siempre será fácil de digerir, pero es que sin ella no avanzaremos. Es ahí donde se aprende que esta profesión es y será siempre una verdadera cura de humildad todos los días, no importa que tengamos 30 años de experiencia. Ese descubrimiento me parece clave para aprender a gestionar los nervios, y creo que quien no lo asuma, difícilmente llegará a prosperar como intérprete.
Dicho esto, es verdad que con la experiencia los nervios no sé si llegan a desaparecer del todo, pero sí se hacen mucho más llevaderos. En mi caso cuando empecé me parecía imposible llegar a entrar en cabina sin tener el estómago hecho un manojo de nervios, pero todo empezó a resultar más llevadero después de un año y medio trabajando, aproximadamente.
P: Si pudieras retroceder en el tiempo y decirle algo a tu «yo» principiante, ¿qué le dirías?
R: Que el trabajo riguroso y constante da frutos. Que hay que ser muy consciente de las propias limitaciones, pero que también hay que confiar en las propias cualidades y en lo que escuchas. Que hay que controlar lo que se dice al micrófono continuamente, poniéndose siempre en el lugar de quien te escucha.
P: ¿Crees que la carrera de Traducción e Interpretación nos prepara lo suficiente para el mundo laboral? ¿O crees que es necesario especializarse haciendo cursos y másteres al terminar la carrera?
R: Siempre es buena idea adquirir nuevas destrezas que te permitan posicionarte mejor en cualquier profesión, pero en general creo que se debe ser algo escéptico frente a la proliferación de cursos de especialización de todo tipo que han ido apareciendo. Mi impresión es que los hay muy válidos e interesantes, pero no es oro todo lo que reluce. La carrera de Traducción e Interpretación debe dotarte de los conocimientos y capacidades básicas como para iniciarte en el mundo de la traducción y aprender de esas primeras experiencias. La especialización puede ser buena, pero sin encasillarse. Una alternativa a los cursos de especialización es la de compaginar la adquisición de conocimientos que te sirvan de baza con la propia carrera, aunque se tarde algo más en acabarla. Es lo que hicieron compañeros míos en la facultad, adquiriendo conocimientos de localización al margen de los estudios, o lo que hice yo mismo, aprendiendo finés en paralelo a la licenciatura.
Dicho esto, es cierto que en el caso de la interpretación la carrera no te prepara suficientemente, más que nada por falta de tiempo. Aprender a interpretar con la solvencia suficiente para enfrentarte con garantías a casi todo tipo de situaciones requiere un tiempo y una intensidad que no puede brindarte la carrera de Traducción e Interpretación. Con excepciones que confirman la regla, que siempre las hay.
P: ¿Qué crees que es lo más complicado de la interpretación? Y, ¿qué es lo que más te gusta de tu trabajo?
R: Para mí, lo más complicado es gestionar la frustración que produce interpretar situaciones casi imposibles. Como, por ejemplo, presentaciones técnicas y de altísima dificultad, que no has recibido con antelación, a cargo de expertos que además no intervienen espontáneamente, sino que leen un texto y generalmente lo hacen a gran velocidad por tener limitado el tiempo. A menudo tienes que bregar con la dificultad añadida de que el orador se exprese en un inglés limitado y fonéticamente oscuro. Y esa es otra complicación hoy ya habitual: la cantidad de oradores que prefieren expresarse en un inglés, no sólo difícil fonéticamente por su acento extranjero, sino tremendamente impreciso, trufado de giros propios de la lengua materna del hablante. A veces te las ves y te las deseas para descifrar qué quieren decir.
Lo que más me gusta de mi trabajo es la satisfacción que te da el ver cómo la comunicación se establece. Cómo alguien que te está escuchando puede seguir el debate perfectamente y participar en él sin problemas gracias a la interpretación, a menudo incluso empleando las mismas palabras que acaba de oír por los auriculares.
P: Al hablar con otros intérpretes, han coincidido en que son raros los casos en que vas a interpretar con toda la información previa necesaria, ¿es eso también cierto en tu caso? Y si es así, ¿qué recomiendas hacer para evitar quedarte en blanco por desconocimiento de un término o al oír un nombre propio que no consigas entender?
R: Aproximadamente la mitad de las veces trabajamos sin documentación previa, mayormente por tratarse de reuniones de grupos políticos que, evidentemente, no hacen circular sus documentos para no revelar su estrategia política a los adversarios. Pero también ocurre que por necesidades del servicio (compañeros que se enferman, reuniones que se convocan a última hora, etc.) tu programa cambie repentinamente y te asignen una reunión para la que no has tenido tiempo material de prepararte.
En realidad, lo de quedarte en blanco sin saber qué decir prácticamente no pasa, estamos formados para sortear esas situaciones. Interpretamos ideas, no palabras sueltas, y has de contar con recursos de sobra en tu lengua meta para que nunca te quedes en blanco sin saber cómo transmitir una idea. Otra cosa es que desconozcas algún término que resulte imprescindible en un momento dado, y ahí es donde queda más patente que la interpretación es un trabajo en equipo. En esas situaciones silencias el micrófono momentáneamente y preguntas rápidamente a tus compañeros, que la mayoría de las veces te brindan la solución. A veces basta con un gesto y ya te están soplando el término o nombre que desconoces o se te pasó. Cuando resulta que nadie lo entendió o el término es sorprendente para todos, continúas sorteando el término de marras (para eso sirven las tablas y la experiencia) mientras tus compañeros lo buscan en bases de datos, glosarios, etc. En general, suele ser cosa de segundos que encuentren una solución. Y en caso de no poder resolver el problema, dependiendo de la situación comunicativa se le puede explicar al cliente que el intérprete se disculpa pero hay un término concreto que no ha entendido, lo repites en el idioma original, apuntas a qué puede referirse y sigues trabajando. Habitualmente el cliente lo agradece porque así le das la oportunidad de preguntarlo para que el orador lo aclare. La gente suele hacerse cargo de que, por bien que hagamos nuestro trabajo, somos humanos y no máquinas.
P: Y, por último, ¿podrías contar alguna anécdota graciosa/curiosa que hayas vivido como intérprete?
R: Recuerdo a un presidente austríaco que se emperró en presidir en inglés y se despidió de los asistentes diciendo «… and I wish you a good fahrt home».
También hubo un delegado finlandés al que le costaba pronunciar la palabra «checks» en inglés y terminó diciendo: «What we need is more sex at the borders». Imagínense el choteo en la sala. La verdad, en esos momentos te tienes que reír.
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Muchísimas gracias, Iván, por hacernos ver cómo es la vida de un intérprete de conferencias. A mí me ha motivado aún más para seguir con la interpretación, ¿y a ustedes?